jueves, 27 de febrero de 2014

Magdalena.

Hoy me pediste hablar, nos sentamos una al lado de la otra y abriste el diálogo diciendo: "¿sabés que?soy muy INFELIZ". Tu voz entrecortada, mezcla de dolor, de bronca, de desesperación y hartazgo. Nunca antes esa palabra había tenido para mí el impacto que hoy tuvo. 
Sentí casi vergüenza por mi propia felicidad, por lo afortunada que me siento. 
El dolor se te sale por los poros, por los ojos, a través de tu voz. Me preguntás por qué te sentís así, y te miro desconcertada, porque sabiendo todo lo que estás viviendo y te pasa, no imagino que pudieras sentirte de otra manera. 
Hace unos meses, cuando nos conocimos, en una de nuestras primeras charlas me preguntaste si alguna vez me había pasado creer que Dios no existe, me compartiste que a vos te pasaba a veces. Por primera vez sentí que me encontraba con alguien a quien esa duda le causaba dolor. No era la posición del que se presume más libre por no tener religión ni Dios, era otra cosa. Soledad hasta de Dios. La soledad de la cruz.
Al poco tiempo murió tu mamá, y ni siquiera pudiste acompañarla en los últimos días de su enfermedad porque no querías que ella supiera la situación que estabas viviendo. 
Tu desolación es tanta, con tus apenas 21 años, que parece que vas a desarmarte en cualquier momento. 
Ahora estás enferma, sentís miedo, estás tan dolorida en cuerpo y alma, y tu soledad es tan inmensa que no me siento con derecho a decirte nada desde el lugar en el que yo me encuentro. Solo te escucho, y te rezo. 
Te pregunto tu nombre completo con la idea de ayudarte en un trámite que tenés que hacer.
Tu nombre primero, ese que ninguno sabíamos es MAGDALENA.
Y se me atraviesa el corazón evocando ahora a una Magdalena que en un momento se me hizo tan cercana. Aquella a la que el Resucitado le preguntó "Mujer ¿por qué lloras?", aquella a la que Él llama por su nombre y, con eso, la devuelve a la alegría, aquella que fue una privilegiada testigo de la Resurrección.
Hoy me quedo en la pregunta. Fuiste vos quien me pregunto por qué te sentías así ante mi cara de asombro mientras pensaba que no podrías sentirte, con todo, de otra forma. Y vos llorás enfrente mío, y me abrís tu dolor; aunque no te animás a darte la razón por la tristeza y la infelicidad que te habita por completo. 
Magdalena, deseo que creas, que te sientas amada, que sientas que alguien te trata con ternura. Le pido a Dios eso. Le pido que llegue un poco de paz a tu vida, un poco de alegría. Que sanes, que la vida se te haga deseable, que te haga testigo de resurrección, que ya no llores.
Magdalena. Desde el primer día que hablamos estás en mi corazón, podríamos por edades ser madre e hija, siento que espiritualmente te estoy adoptando, que ya lo hice sin pedirte permiso.
Te nombro delante de Dios, ahora.
Que mis amigos te nombren también delante suyo, eso les pido. Sé de algunos amigos y amigas que lo harán. 

(Isa, a vos te lo pido especialmente)

martes, 25 de febrero de 2014

CORAZÓN ADENTRO

Corazón adentro la fiesta se me vuelve cotidiana ultimamente. 

Más cerca o más lejos; para la realidad del corazón eso no importa. Los nombres, los rostros, los gestos compartidos, el cariño y las complicidades, no reconocen fronteras, ni distancias, ni almanaques, ni estaciones, ni paisajes. Solo cuenta la familiaridad con que podemos mirarnos a los ojos, con que podemos decirnos a corazón abierto TODO, y ahí, el milagro. 


Corazón adentro respiro paz y me alumbro en alegría. 

Me reflejan otros, mi propia sonrisa de este tiempo y se alegran, se emocionan y celebran conmigo. Me ayudan a centrar el corazón en lo importante, y a no anclarme en cosas que no dependen de mí, que no me corresponde asumir o que ensombrecen la esperanza. Respirar la paz que me trae un abrazo, el recuerdo de un abrazo, el deseo de un abrazo. La paz hecha memoria de alguien que nos hace bien, de un poema, de un canto compartido. 

Corazón adentro ni la mismísima soledad se siente solitaria.

Experimento libertad de querer y de dejarme querer, oportunidad de confiar, una libertad linda para darme al encuentro, y también para regalarme "soledades felices". Me miro con más cariño -aunque parezca egocéntrico decirlo así- y eso me hace mirar más cariñosamente también hacia afuera. Permanecer un poco en mí se vuelve saludable, escuchar qué necesito, qué anhelo, registrar que cosas ya no quiero en mi vida y en mi alma.

Corazón adentro canto y camino.

Reconozco las voces de otros que caminan y cantan conmigo. Voces de ánimo, de esperanzas compartidas, de gratitud. Voces de los amigos que me devuelven un reflejo casi siempre mucho más lindo de lo que yo misma veo. La música de las risas compartidas, de las verdades dichas sin vergüenza, del corazón amigo que nos dice y recuerda nuestra propia canción.

Corazón adentro descanso.

Deseo un mirar sereno, intento un "estar" templado -que no tengo por natural- y me detengo un tiempo a disfrutar de miradas y presencias que hacen bien, que me llenan de vida, que tienen tanto que ver con quién soy y no con lo que hago, lo que debo, lo que se espera de mí, presencias abundantes en este tiempo. Gozo de estas compañías, auténticos descansos del alma, en los que uno puede ser como es sin ninguna defensa.

Corazón adentro, de sorpresa en sorpresa.

Me descubro increíblemente mimada, acompañada y "obsequiada" de tanto, que no puedo salirme del estado de sorpresa. Saber que no lo merezco ni lo dejo de merecer, que es tan gratis, que es algo que me llega por una fortuna que no busqué; me conmueve, me moviliza el corazón en un movimiento que solo late al ritmo de gracias...gracias...gracias.


Mi corazón canta y celebra la dicha de compartir camino con tantas personas lindas que lo custodian, cuidan y hacen latir más vivo y feliz. 


Nota 1: No escribo sus nombres, pero los pienso mientras el corazón dicta ahora, y sonrío.


lunes, 17 de febrero de 2014

AMIGO: GRACIAS!!

Te escucho contar el milagro en la vida de tu sobrinita. 
Su vida pendiendo  de un hilo, los días casi contados, un corazón que está enfermo. Alguien que advierte con claridad el riesgo y a la vez el modo de ayudar a sanar. La persona indicada, el lugar indicado, el momento indicado.
Microcirugías complejísimas en manos de un artesano del corazón.
Y se salva. Y pasan los años y el milagro crece con cada año de vida que la niña ha transcurrido desde entonces.
Ella, con sus once años, sabe bien que la cicatriz -ya no duele- es signo visible del milagro, del susto que se llevaron todos los que la han querido desde siempre, de los cuidados cargados de ternura que ha recibido, de la dedicación que le fue dada tan gratuitamente, con esa gratuidad que solo el verdadero cariño conoce.

Te escucho contar ese milagro, y pienso: ¿sabrás que casi lo mismo pasó conmigo? Mi corazón enfermo también tuvo el regalo de ser visto a tiempo, cuando la vida también se hacía muy difícil de vivir, cuando el riesgo era evidente y necesitaba un complejo y delicado tratamiento. Justo a tiempo, llegaste y supiste ver más hondo.
Paciencia y ternura de amigo; microcirugías al alma que a decir verdad, de "micro" tienen bastante poco.
Y me salvo. Y pasan los años también para mí y el milagro se vuelve cada día un GRACIAS nuevo.
Cicatrices que ojalá no se borren nunca, cicatrices que son memoria de ese cuidado, de esa ternura, de esa delicadeza.

Artesano del corazón, doctor del alma, prefiero llamarte AMIGO, para siempre.

lunes, 10 de febrero de 2014

Detalles

Tengo, como todos, un nombre. El nombre que eligieron y pensaron para mí mis padres. 
Ese, el que figura en mi partida de nacimiento es mi nombre más formal. Ni mis amigos más cercanos, ni mi familia me llaman por él. En boca de algunos, pronunciado completo, me representa distancia, quizás demasiada seriedad, formalismo, enojo. En otros simplemente es la señal de que no tenemos un trato más cercano, y está bien así.

Los más cercanos me llaman distinto, y aunque este modo se relaciona directamente con mi nombre -solo que abreviado- siento que me nombra desde otro lugar. Trae consigo una carga de cariño, de cercanía, de familiaridad, de interés del bueno. Me hace sentir "en familia", desde que era niña hasta ahora.

Y hay un tercer modo, todavía más lindo, más especial para mí, más exclusivo, que me hace sentir  no solo en familia, sino que me descubre en lo secreto parte de la verdad de quién soy. Cuando alguien me nombra de ese modo me siento en casa, siento que de ese modo no solo me nombra sino que me recrea como persona querida, cercana, abierta, con todo el caudal de ternura de la que soy capaz. Ese modo me "hace de nuevo". 

Ahora, alguien que quiero mucho, y sin que le haya hablado de esto nunca, descubre este modo de nombrarme (mi nombre más acertado según yo) Y no solo que me siento bendecida porque viene a recordarme en ternura quién soy, sino porque eso significa que ha llegado lo suficientemente cerca de mi alma para re-conocerme, para habitarme, para descubrirme, y para posicionarse cerca mío. 
El corazón hace fiesta de bienvenida para siempre!







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