Afortunadamente a veces ni una sola boca ni un solo teclado me son suficientes para decir o escribir lo que mi cabeza y mi corazón van gestando. Debe ser para eso que se inventó el silencio: para cuando no hay nada que decir o para cuando hay demasiado. El silencio es sabio dicen por ahí, será...pienso.
Por unos días estaré ausente. Me esperan unos días de descanso con mis hijas en un lugar que deseamos conocer y en un tiempo de vacaciones que realmente deseo con el alma compartir con ellas. Un tiempo distinto para disfrutar, airear, descansar, conocer, viajar...
Ahí vas, a mitad de camino, acumulando cansancios, frustraciones, algunas desconfianzas e impaciencias.Todo se vuelve especialmente agobiante, arduo, duro.
Ahora sí todo denota que en la mochila hay demasiadas cosas de las que desprenderse.
¿En qué momento la carga se fue haciendo pesada? ¿En qué parte del camino dejaste de disfrutar del paisaje?
Es tiempo de un descanso. Urge parar, sentarse por un rato en la orilla del camino, dejar la marcha, otear el horizonte. Recordar qué te trajo hasta acá, qué señales, qué brújula interior, qué sentidos. Recordar los pasos, los trayectos, los hallazgos, las cosas que fuiste dejando atrás, las compañías. Recordar aquel primer impulso que te puso en camino.
Y ahora sí con la memoria vívida de aquello preguntarse el presente.
¿Qué cosas te distraen? ¿Qué urgencias te nublan la mirada? ¿Por qué lo cotidiano casi no maravilla? ¿Por qué donde antes casi los pies alzaban vuelo, ahora apenas se arrastran pesándoles la historia, el camino, lo propio, lo ajeno, y tanto más? ¿Dónde, a qué altura, en que nueva encrucijada de camino te vuelve la energía y la alegría? ¿Cuándo fue que te llenaste de defensas, interponiendo al encuentro desconfianza?
Ya ves. Sí es tiempo de descanso. Por un rato no más...
Y después seguir andando, con aire renovado, con menos peso en la espalda, con la mirada en alto, con los senderos más abiertos, con el corazón mejor dispuesto.
Yo sigo, "te espero o espérame ya nos encontraremos" (como dice un canto de Meana que tanto me gusta, y que les dejo)
Te espero, no porque haya llegado a ningún lado;
sí porque el mismo Monte creo que vamos subiendo.
Y te espero a mi lado en un trecho del viaje,
o al menos, allá arriba estar juntos espero. oh...
Esta mañana al abrir los ojos, me sentí especialmente invitada a estar "atenta". A transitar el día de un modo más conciente.
Ha sido un día "tranquilo". Afuera llueve y hace frío. El almanaque ya marca primavera de este lado, pero Ella se resiste. Estar adentro ha sido la consigna tácita del día, el llamado y el deseo. Un adentro de casa, y un adentro del corazón.
Ahora, la tarde va cayendo, voy tomando conciencia también de "fin del día", y miro hacia atrás. Un atrás chiquito, solo hoy. Miro tratando de encontrar "ese algo" que ha hecho de este día algo distinto.
Desde temprano sentía deseos de escribir, es cierto, pero me daba cuenta que hacerlo entonces era como comerse una torta en mitad de cocción. Me invité particularmente a la paciencia. Dejar que el día terminara de decirme su mensaje.
En curiosas casualidades hoy todo me habla de rumbos, de acompañar, de memorias de personas, de memoria de situaciones, de compañeros de camino.
De este lado del océano y del otro, en encuentros virtuales y presenciales, en escritos de otros y en vivencias bien mías, en canciones, en imagenes, en preguntas de otros, en las mías propias emergiendo de otro tiempo ahora, en recuerdos...
Si tuviera que ponerle un título a este día probablemente sería un listado de nombres, y en síntesis: COMPAÑEROS DE CAMINO.
Mi sensación de hoy, de ahora, es de sentirme y saberme absolutamente acompañada y a la vez acompañando. Presencias que superan lo "presencial". Más conocidos, menos, algunos casi desconocidos. Hoy han sido para mí, todos y cada uno, compañeros de camino.
Es de los regalos más lindos y cotidianos en donde Dios se me hace Presencia y Don; y mi vida, mi día a día se vuelve en el deseo al menos, un GRACIAS interminable.
Música y letra de Marta Gomez (2002) Propongo una canción como salida, como única verdad del corazón. Propongo una palabra que se aleje del dolor, propongo un sueño dedicado para dos.
Me aferro a la verdad de un buen recuerdo y canto aunque se me quiebre la voz sabiendo que esta guerra está matando mi canción, pero el silencio no lleva a nada mejor
Una luz que alumbre todo y un poquito de ilusión Un pedazo de esperanza pa' aclararnos la razón
Propongo una caricia al medio día El beso de una madre al despertar Propongo la inocencia de los niños que al jugar proponen alas pa'enseñarnos a volar. Me aferro a la verdad de este momento y canto con la fuerza que me da la gente que al mirarme tan llena de soledad me pide a gritos que le entregue mi cantar.
Siempre había pensado que plenitud y vacío eran polos opuestos, distantes en la máxima distancia posible. Ahora advierto que no. Que apenas los separa una delgadísima línea invisible.
Me invade una imperiosa sed de abismo, un anhelo de plenitud que no me deja ya vivir sin buscar saciarlos. Como si en ellos se hiciera posible aunar estos contrarios: lo vacuo y lo pleno.
Al borde, a la distancia de un paso, todo es uno.
Por dentro a veces crecen las tensiones, en mí hay contradicción. Lo infinito, lo insondable, lo incomprensible; y lo pequeño, lo ínfimo, lo concreto y cotidiano. Lo perfecto y mi limitación.
Y otra vez, al borde, en la distancia de un paso: todo es UNO.
Ahora inspiro todo el vértigo y el aire. Me animo. Confío. A veces intuyo que en lo que se me hace vacío, está la plenitud, y en donde anhelo estados de completud supremos hay cierto engañoso modo de postergar saciedades, empiezo a comprender que esa plenitud mayor me va llegando en cuotas en cosas que YA vivo.
Lo que sueño ya está siendo, lo que espero ya está pasando, lo que anhelo está aconteciendo aunque no lo advierta del todo.